La alfalfa, un cultivo de “reconversión” que crece en Mendoza por la demanda ganadera
Con una gran adaptabilidad al clima mendocino, cada vez más productores pasan de los cultivos más tradicionales de la provincia, como la vid o los frutales, a la "reina de las forrajeras", en medio también del crecimiento ganadero de esta región.
Aunque cuando uno piensa en los cultivos de Mendoza la mente puede llevarlo automáticamente a la vid, a los frutales o las hortalizas, donde la provincia es el principal o uno de los más importantes productores del país en vino, aceite de oliva, ajo, ciruelas, cerezas, papa, cebolla, entre otros, desde hace algunos años, más de un productor ha abandonado estos productos más tradicionales para reconvertirse a algo que puede parecer un poco inusual para la zona: la alfalfa.
Ya sea por la creciente demanda por el desarrollo de la ganadería, por su rentabilidad, su bajo riesgo u otras ventajas productivas, cada vez son más las hectáreas en Mendoza que se han reconvertido al cultivo de alfalfa.
“A mí me sorprendió la cantidad de productores que eligieron reconvertirse. La rentabilidad y el bajo riesgo que tiene este cultivo los ha llevado a elegirlo por sobre otros más tradicionales de la provincia”, aseguró Andrés Vavrik, delegado del Ministerio de Producción en la zona Sur.
EL REGRESO HISTÓRICO DE LA ALFALFA
Debe decirse que, más bien, se podría hablar de un revival del cultivo en Mendoza. Haciendo un repaso por la historia, los inicios de la alfalfa en la provincia se remontan al siglo XIX, donde hasta 1885, fecha en la que llegó el ferrocarril, la principal actividad en la zona era el engorde de ganado vacuno que se exportaba a pie hacia Chile.
Así, este forraje cubría grandes extensiones de tierras en el Este, principalmente en Santa Rosa, San Martín o Rivadavia, pero también el Valle de Uco y Luján de Cuyo.
Con el avance del ferrocarril y el cambio hacia la vitivinicultura, muchos de esos campos fueron reemplazados por viñedos, mientras que otros mantuvieron el cultivo de alfalfa mientras fue necesario para alimentar a los caballos y mulas que se utilizaban en la tracción a sangre y las tareas agrícolas de la vid.
LAS VENTAJAS DE LA ALFALFA EN CUYO
La alfalfa, vale recordarlo, es uno de los alimentos más utilizados para vacas, ovejas, caballos y aves de corral, tanto fresco como seco (en rollos o fardo), por su alto contenido en proteínas, fibra, calcio y vitaminas y ha encontrado su mayor desarrollo las provincias de la región central, directamente ligadas con la cría de ganado.
Pero sus bondades hacen que sea una opción muy interesante para Mendoza. Además, cerca de esa provincia, en San Luis también vienen impulsando hace años un polo alfalfero muy importante.
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“No está afectada por las contingencias climáticas comunes de la provincia, como el granizo y las heladas. Además, es un cultivo plurianual que se puede implantar en primavera o en otoño y, bien cuidado, puede durar entre cuatro y cinco años”, describió Vavrik.
Pero esas no son sus únicas ventajas, también se suma que a los pocos meses de su siembra ya se pueden hacer los primeros cortes y los beneficios que aporta para la sanidad del suelo.
“Para algún productor que esté en una transición, mientras decide lo comercial o lo agronómico, tiene un cultivo que le mejora el terreno y que además tiene un mercado permanente”, planteó el referente de la actividad ganadera de la provincia.
Justamente su nicho ha sido uno de los grandes impulsores de la producción de alfalfa mendocina. “Cada vez se está dando más el engorde de ganado en Mendoza, pero también la vienen a buscar de otras provincias”, destacó.
En la actualidad, General Alvear y San Rafael son departamentos con interesantes crecimientos, pero también Santa Rosa y San Martín, donde las buenas condiciones de suelo, la amplitud térmica y el sistema de riego han contribuido para su extensión.
Para el productor y funcionario provincial, las perspectivas son buenas, sobre todo en zonas donde los cultivos tradicionales vienen de años de dificultades: “Las posibilidades son altas en la medida en que entendamos que las zonas marginales no tienen otra opción mejor que la agroganadería. Ahí la alfalfa se posiciona como una alternativa estable y estratégica”, marcó Vavrik.
LOS DESAFÍOS DE LA ALFALFA EN MENDOZA
Pero más allá de las oportunidades que se presentan con la alfalfa, no deja de ser un cultivo con sus complicaciones y desafíos. Diego Guerrero, asesor de varios proyectos en el Este mendocino, reconoció que la tecnificación del riego, sus costos y su dependencia de la ganadería son algunos de ellos.
“Del 2020 para acá creció considerablemente la superficie de alfalfa implantada en el Este mendocino, sobre todo ligada a proyectos grandes con tecnología de riego por aspersión, principalmente con pivotes”, explicó Guerrero, quien trabaja con productores en la zona de San Martín, Santa Rosa y La Paz.
Pero una de las limitaciones de la zona es la dependencia del riego subterráneo, con perforaciones profundas y costos elevados. “El agua subterránea tiene buena calidad, pero es cara de extraer. Eso ha hecho que varios emprendimientos opten por diversificarse o buscar zonas con mayor disponibilidad hídrica”, reconoció el experto.
A pesar de eso, el Este provincial reúne condiciones naturales destacables para la producción forrajera. “Tenemos una excelente insolación, muchas horas de sol y suelos aptos. Es una combinación ideal desde el punto de vista técnico, pero los costos energéticos encarecen el riego”, añadió.
Sobre los mercados para la alfalfa mendocina, los estándares de la calidad de exportación hacen que los proyectos locales queden prácticamente fuera de juego, limitando su venta a la ganadería doméstica: “Hacer alfalfa solo para vender heno no es muy rentable. Donde realmente cierra es cuando se transforma en proteína animal. Ahí el negocio pasa por la recría o el engorde, no por la venta del forraje”, planteó Guerrero.
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A esos desafíos, Andrés Vavrik sumó otro en Mendoza: la falta de mano de obra calificada en servicios asociados a su producción. “Requiere trabajos de corte, hilerado y enrollado, y hay mucha gente que se está volcando a prestar esos servicios, o productores que invierten para trabajar su alfalfa y la de sus vecinos”, reconoció.
LA “RECONVERSIÓN” DE LA ALFALFA
En el caso de General Alvear, desde la intendencia están apostando por líneas de financiamiento para lo que ellos llaman “complementación productiva” frente a las contingencias climáticas que vienen afectando a la región desde hace más de una década.
“En Alvear somos un poco reacios a hablar de reconversión o cambio de matriz productiva, porque esos términos asustan. Lo que estamos haciendo es una complementación productiva con lo que ya tenemos. Nuestra base sigue siendo la ciruela D’Agen y la vid, pero estamos dando un fuerte impulso a la siembra de alfalfa”, aseguró Agustin Anzorena, director de Agricultura del departamento.
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Así, el municipio diseñó una herramienta específica para fomentar la actividad, articulando con Mendoza Fiduciaria una línea de crédito destinada a productores interesados en incorporar el cultivo.
La iniciativa, donde ponen como garantía la coparticipación alvearense, financia hasta un millón de pesos por hectárea -para cubrir maquinaria, movimiento de suelo, semillas, herbicidas o fertilizantes- y un máximo de cinco hectáreas por productor, es decir, hasta cinco millones de pesos.
Hasta el momento, alrededor de 60 productores accedieron al crédito y se financiaron unas 400 hectáreas nuevas de alfalfa. “Tenemos aproximadamente 2.000 hectáreas declaradas en el RUT, pero estimamos que hay unas 2.500 en total, porque muchas no están formalizadas. Es un número importante para una provincia que no tiene tradición en este cultivo”, destacó Anzorena.
¿Por qué la apuesta por la alfalfa? “Venimos de muchos años de fracasos productivos y fincas abandonadas”, reconoció el funcionario. Pero la adaptabilidad del cultivo a las inclemencias climáticas la posicionan como una gran opción: “Permite hasta siete cortes por temporada. Si se pierde uno por contingencia, quedan seis más. No es como un frutal que te puede dejar sin nada en un solo evento”.
“Pero no se trata de reemplazar lo que tenemos, sino de complementar. Y los resultados empiezan a verse”, completó Anzorena.
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