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La Navidad de los contratistas: 8 historias sobre cómo es brindar en la casilla, mientras se siembra o cosecha

Fuente: Infocampo 24/12/2025 07:55:35 hs

Infocampo consultó varios de los prestadores de servicios que cosechan el 60% de los granos en Argentina y les toca trabajar durante Navidad y Año nuevo, lejos de casa. ¿Qué comen? ¿Qué extrañan? ¿Les gusta? ¿Lo cambiarían?

¿Cómo se pasan las fiestas arriba de la cosechadora y el tractor? La Navidad y el fin de año (cada cual elige una o va por las dos) son momentos de lágrima floja y emociones. Tiempos de balance y perspectiva. ¿Qué pasa si uno está lejos de los afectos y la familia para transitar estos tiempos?

En esta nota, el foco está puesto en los contratistas, una raza de apasionados, que ama lo que hace (incluso, algunas veces, en contra de su propio bolsillo), a los que “el deber” llama para trabajar lejos de la familia, y los pone en entre la espada y la pared: hacer lo que aman, pero extrañar familia, amigos, rituales.

Por un rato, no vamos a hablar de kilos, hectáreas, fierros y tecnología; sino de los sentimientos, las emociones y deseos de los contratistas.

LA NAVIDAD DE LOS CONTRATISTAS

Lo que es ineludible en los cultivos es que tienen sus ciclos biológicos, y en esta época del año es común que haya trigos en condiciones de ser cosechados y que también sea una época ideal para la siembra de soja y maíz.

Eso es lo que lleva a los prestadores de servicios -y también a muchos productores propietarios- a no perder oportunidad y trabajar mientras la mayor parte del país está brindando con sus familias.

Así es como, en muchos casos lejos de sus casas, pasarán las fiestas, Navidad y Año Nuevo, en medio del campo, al lado de la casilla y esperando que amanezca al día siguiente (algunos, incluso, cosechando esta misma madrugada) para poder terminar el trabajo y volver a casa con sus seres queridos.

Para conocer qué sienten y piensan quienes viven estas situaciones, Infocampo consultó contratistas de distintas regiones productivas quienes relataron qué extrañan, qué comen, si cambiarían algo y si son felices haciendo lo que aman.

“¿Fiestas lejos de casa? Olvidate, hace más de 20 años, todas, y de yapa, me perdí los cumpleaños de mi hija más grande, que la vi nacer un 20 de diciembre y chau, no fui más a ningún cumpleaños”, confiesa Franco Torresi, tercera generación de contratistas, de Bustinza, Santa Fe, que trabaja con su padre en Servicios Agropecuarios Don Luis.

Hoy están cosechando a 900 kilómetros de los afectos, en Aparicio, cerca de Tres Arroyos. Y prosigue: “Se extraña la vida normal para estas épocas, las cosas simples, desde el mate de la mañana con mi mujer, llevar a mis hijas a algún lado, y comer el asado con amigos, no renegamos porque hacemos lo que nos gusta con pasión, pero en estas fechas se extraña más”.

“La verdad que no analizo si me gusta o no, porque sí, me gusta, sí extraño y sí, no me queda otra, porque la fina se cosecha en esta época, y punto, si querría otra cosa tendría que cambiar de trabajo”, dice Torresi.

Consultado sobre si 24 o 31 son lo mismo, dice que “Navidad tiene algo más sentimental, pensás más en tu familia, qué estarán haciendo, incluso se te pueden caer unas lágrimas, pero al final, soy un privilegiado de hacer lo que me gusta y ojo, también lo hago por mi familia”.

LOS DE ANGELI, EN ENTRE RÍOS

Con varias cosechas más en su haber, está Angel De Angeli, hermano de Alfredo -histórico dirigente de la Federación Agraria, en Entre Ríos- y ocho hermanos más, quien recuerda que a los 14 años el papá le preguntó si iba a seguir estudiando o iba a manejar la Rotania, porque que no tenían maquinista.

“Elegí la cosechadora y nunca paré, en todos estos años 21 cosechadoras pasaron por mis manos… algunas tuercas he ajustado”, se ríe y rememora que sí, le han tocado pasar varias fiestas en la casilla.

“Quizás la primera, me acuerdo con 16 años que mi padre me pasó a buscar un 31 a la noche y me quedé en la casilla comiendo un guiso recalentado”. Así han pasado varias cosechando trigo en La Pampa o girasol en el norte, Chaco o Santiago del Estero.

“Con los años las casillas fueron teniendo más comodidades, eso no se extraña tanto, pero sí se extraña la familia y si pinta feo y no se trabaja agarra un poco la tristeza, si hoy tuviera que trabajar lejos intentaría traerme la familia, porque son momentos sentimentales”, reconoce De Angeli, quien apunta que “lo bueno de trabajar en esta época es que los días son largos, no tenés problemas de humedad y lo que cosechás en 20 días ahora, en otoño te lleva capaz dos meses”.

“UNO SE VA A ACOSTUMBRADO A ESTAR UN POCO BAJÓN”

Marian Finochio, tercera generación de contratistas, hace base en Salto, a 60 kilómetros de Pergamino, pero las fiestas siempre los agarra cosechando en Adolfo González Cháves, a 560 kilómetros de allí. Legó la pasión de su padre Ricardo, y su abuelo, José y el pasado 8 de diciembre cumplió 25 años entre máquinas.

“Sí, se extraña a la familia, pero de tantos años de andar uno se va acostumbrando a estar un poco bajón, hasta que después surgen algunas risas de la nada, yo me enfoco en la cocina y en hablar por teléfono con mi hermana y amigos y así se pasa el día”, cuenta Marian, que admite que “nos invitan a cenar en los campos, pero preferimos quedarnos en la casilla”.

A propósito de la casilla, Marian le da un toque distintivo y siempre le gusta decorar la casilla. “Busco ramitas, pinos y le damos color”, dice.

Y agrega: “Algún día me voy a despedir de la máquina y que sea la navidad que Dios me tenga que dar, no pienso mucho en eso ahora, tampoco reniego de trabajar en las fiestas, porque, al final, cómo decía mi papá ¿Donde mejor que acá? O sea, al lado de la máquina”.

“SE EXTRAÑA LA FAMILIA”

Pablo Canello hace más de 25 años que, para las fiestas, está cosechando en Orense, un pueblo entre Tres Arroyos y Necochea, a casi 1000 kilómetros de su casa, en San Vicente, Santa Fe.

“Se extraña la familia y los amigos, aunque de tantos años viniendo para acá ya tengo amigos y buena gente que hacen que todo sea más llevadero”, menciona Canello.

Al contratista santafesino lo que más le gusta de cosechar en zona costera es que por las noches refresca y se puede dormir bien. “La gente se brinda mucho en esta época porque sabe que estamos lejos de casa, es un momento especial, pero para nosotros es un día más de trabajo”, apunta.

Y cierra: “Es cierto que de tantos años estamos acostumbrados, pero me gustaría cambiarlo algún día para poder compartir las fiestas con familiares y amigos”.

“CADA AÑO PESA UN POCO MÁS”

Para Mariano Ostan, por más que estén haciendo lo que les gusta, “se extraña estar reunido con la familia” pero no sólo en las fiestas, sino en todas las reuniones de fin de año: “Egresos de tus hijos, reuniones con amigos, tampoco estoy para mi cumpleaños y el de mi hijo, que son a fines de noviembre, decí que tengo una mujer de fierro que siempre está”.

Por todo esto, Ostan reconoce que “cada año que pasa pesa un poco más, aunque estamos felices de hacer lo que nos gusta”.

Sobre si cambiaría algo, Ostan afirma que “trataría de buscarle la vuelta y siempre poder estar con la familia, aunque sea el 24 a las 10 de la noche, él y todos los del equipo, incluso hubo noches de navidad que fuimos a cenar y a las 2 de la mañana nos hemos ido a trabajar”.

DE ASCENSIÓN A NECOCHEA

Justamente, unos años más adelante en el recorrido de la vida que Ostan está Juan Angel Tanzi, contratista desde siempre, de la zona de Ascensión, quien durante más de 20 años pasó las fiestas a más de 600 kilómetros, en Necochea.

“Eramos jóvenes, y llevar los equipos al sur nos daba un extra que valía la pena, pero no sé si hoy lo volvería a hacer, claro, hoy tengo nietos y crecen rápido, cuando me quise acordar mis hijos ya habían crecido”, reflexiona Tanzi.

“De todos modos, fui un privilegiado, porque al ser Necochea una zona turística, me llevaba a mi familia, alquilábamos algo cerca del mar y ellos disfrutaban la playa y yo los iba a ver cada vez que podía, el desarraigo no se sentía tanto”, completa.

“ES NUESTRA OCUPACIÓN, COMO LA DE UN MÉDICO”

Adrián Pizi hace base en Salto-Pergamino, y varias fiestas le ha tocado a 400/500 kilómetros de casa, en Pigué, Trenque Lauquen o Navarro. Como todos, lo que más nostalgia le da es no estar en la reunión familiar, “la apertura de los regalos, la cara de los más chiquitos, y en año nuevo, poder darle un abrazo a los seres queridos y desearles un buen año siguiente”.

“Es nuestra ocupación, como la de un médico, un policía, servidores públicos, nuestra actividad, como pasó en pandemia, es esencial para la comunidad y hay que hacerla, pero trabajar para estas fechas no es lo mismo, porque vos sabés que todos están festejando y vos trabajando”, reconoce Pizi.

A Omar Pérez le ha tocado trabajar, pero no muy lejos de su casa. Por eso, lo que más extraña es “estar con mi familia y en la pileta, fresquito, lejos de los calorones que tenemos en plena cosecha de trigo”, bromea.

Asevera que, estando en plena cosecha, a veces uno tiene que mirar el almanaque o preguntar qué día es porque todos son iguales y un 24 o 25 se te puede pasar como nada. “Siempre traté de estar con la familia para las fiestas, incluso, varias veces, el 25 me los llevo al campo para pasarla también con ellos”.

¿QUÉ COMEN LOS CONTRATISTAS EN LAS FIESTAS?

“Para navidad, lechón una fija, ya para año nuevo capaz sí asado”, remarca Torresi. “Se come en el campo, buscamos alguna taperita o monte donde se puede prender fuego, eso sí, porque es una época complicada con los incendios, y tratamos de que no sea una noche más, se permite un trago, una cerveza fresca al equipo, cosa que durante la campaña no se puede, se corta antes para que todos podamos bañarnos y comparte la mesa en familia, porque nosotros, al final, somos familia con los empleados”.

Para Finochio, la comida es clave: “La tengo muy en cuenta, le pregunto a cada uno que quiere comer y tomar y trato de cumplir, siempre sale pionono salado, torre de panqueques, tabla de fiambres, bondiola hecha por mí y cordero o carne vacuna asada con postre Balcarce, sin dudas”.

“Lechón o cordero es lo que tratamos de cocinar en el campo o donde nos toque con los muchachos en la casilla, un poco de música, brindis y a dormir porque al otro día se trabaja”, comparte Canello. “Algo asado”, añade Pizi, y especifica: “Pollo, cordero, lechón, algún corte vacuno, y se la pasa en la casilla, porque en las ciudades o pueblos donde nos toca etar está todo cerrado”.

“Si se trabaja hasta tarde se complica y se come cualquier cosa, improvisado, pero cuando se podía cortábamos más temprano y hacíamos algún cordero, o asado, y si estábamos cerca de Necochea íbamos a comer a alguna parrilla”, aportó Tanzi.

“En el norte se consiguen cabritos o cabrillas, es un plato muy rico y con la leña que hay en el norte blanda del quebracho blanco, sale muy rico”, afirma De Angeli, recordando que se come caliente a la noche y el 25 o el 1° de enero se come frío y a trabajar.

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